2 1 Otro día llegó cuando los hijos de Elohim vinieron a servir a YAHWEH, y entre ellos vino el adversario para servir a YAHWEH. 2 YAHWEH le preguntó al adversario: "¿De dónde vienes?" El adversario respondió a YAHWEH: "De errar por la tierra de aquí para allá."[2C 4:4; 1P 5:8 ] 3 YAHWEH le preguntó al adversario: "¿Viste a mi siervo Iyov, que no hay nadie como él en la tierra, un hombre veraz, sin culpa y recto piadoso quien teme a Elohim y evita el mal, y que aún mantiene su integridad, aun a pesar de que tú me provocaste contra él para destruirlo por ninguna razón?"[Sal 37:37; Lu 12:8] 4 El adversario respondió a YAHWEH "¡Piel por piel! Una persona dará todo lo que tiene para salvar su vida.[Mt 6:25; 16:26] 5 Pero si extiendes tu mano para tocar su carne y hueso, ¡sin duda él te maldecirá a tu rostro!"[Mt 10:29-31; Re 12:9] 6 YAHWEH respondió al adversario: "¡Mira! El está en tus manos, excepto que guardarás su vida."[ 1Co 10:13] 7 Entonces el adversario salió de la presencia de YAHWEH y golpeó a Iyov con terribles llagas infectadas desde la planta de sus pies hasta la coronilla de su cabeza.[10] 8 El cogió un pedazo de una vasija rota para rascarse y se sentó sobre una pila de cenizas. 9 Su esposa le preguntó: "¿Por qué aún mantienes tu integridad? ¡Maldice a Elohim, y muere!"[ 11] 10 Pero él respondió: "¡Estás hablando como una mujer necia! ¿Recibiremos el bien de la mano de Elohim pero rechazaremos el mal?" En todo esto Iyov no dijo una palabra pecaminosa contra YAHWEH[Ge 3:17; 2S 19:22; Sal 37:24; 104:28; 145:9; Mt 16:23] . 11 Ahora, cuando los tres amigos de Iyov oyeron de todas las calamidades que lo habían sobrecogido, vinieron. Cada uno vino desde su propio hogar – Elifaz rey de Teiman, Bildad soberano de Shuaj y Tzofar rey de Naamah.[ 12] Ellos habían acordado reunirse para venir y ofrecerle simpatía y consuelo. 12 Cuando ellos lo vieron desde la distancia, no pudieron reconocerlo. Ellos lloraron a voz alta, rasgaron sus vestiduras y echaron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. 13 Entonces se sentaron con él en la tierra. Por siete días y siete noches nadie le habló una palabra a él, porque vieron cuanto él estaba sufriendo.